El aire me aprisionaba en una vil constricción de los sentidos. Sentía la cabeza a punto de ceder ante la dolorosa sensación, que desataría el lanzarme al abismo de la inconsciencia. Las luces me cegaban y sólo veía formas y eclipses (sus voces hablaban de que hacer, y de las ideas mas tentadoras para seguir con el poder). A pesar del correr del tiempo, todavía tenia aire en mi cabeza, forzándome a cerrar los ojos. El dolor intenso de una estocada a mis pensamientos y sentidos. Las palabras cobraban dulces tonos a mi rendida mente. Ya casi no sentía, y las oscuras siluetas rondaban a mi alrededor cual bandada de carroñeros esperando su presa. Sabía que si caía, me destrozarían con sus garras y picos.

Mi lamentable situación me hacia solo pensar en mi vulnerabilidad. Las aves ennegrecidas y siniestras me sonreían invitándome a formar parte de sus estómagos. Y a pesar de que pensé que esos buitres eran las sombras del sol; eran las de la luna.
Arrastrándome en el suelo, era evidente. Los arboles desteñidos, ancianos y villanos, no me ayudarían a despertar de esta resentida vida.

Un soplo de energía me recorrió el cuerpo, y sentí como si me sacaran un velo de la cabeza.

Los buitres ya no eran tales, eran hombres, hombres enfermos y sedientos que graznaban sus verdaderas ofertas, apoyados en ancianos dementes, cadavéricos y eternos.