El idiota nunca se detiene a pensar. Aún cuando levanto mi brazo, de tal forma que quede extendido en el aire con mi pulgar erguido (o mi dedo índice).El detalle es que mi extremidad se dispone en 90° respecto a la carrocería. Perpendicular. Él, la mayoría de las veces, no puede evitar verlo. Pero no es suficiente como para parar el vehículo y observar alrededor. Es una misión extenuante, con un loop infinito. Acercar a tantos humanos a distintos lugares de interés puede ser entretenido; como puede ser un cáncer que acaba reduciéndote lentamente.

Pagar pasaje, buscar asiento. Instinto individualista. Si está vacía, el humano buscará un lugar cómodo, con vista a las afueras del vehículo. Pero las edades pueden llegar a deformar un poco la realidad. La vejez desliza la individualidad; las piernas tienden a pedir un asiento cercano. Un humano más joven no diferenciaría entre estar enganchado de una de las barras metálicas en el cielo y estar sentado.

...

Este es el último peldaño. Ahora salgo de la micro. Ahora camino. Después volveré a tomar otra. Luego tomaré una de vuelta. Más rato pararé una para ir al mar, a la playa, al final. Mañana pagaré el pasaje para ir al centro; a comprar todo, y nada. A gastarme. En cuerpo, dinero y alma.
Ayer también corrí para alcanzar una. Llena de todos los olores más especiales. Olor a humano. Olor a respiración. Olor a CO2.
¿Y si me lanzo ahora? Me dejo caer para romper en el agua y ver la transparencia que me gustaría sentir. Y La honestidad. Y verdades sinceras. Y nada más. Y algo atrás. Y no dirás que yo empecé, no. Yo terminé, pero primero.